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  • Lyo Gañan

Todos somos excluyentes


“La diversidad está presente desde la existencia de la vida”

Uno de los desafíos en materia de atención educativa es que el estado garantice el acceso al servicio público educativo, así como la permanencia en él, tanto de los niños y niñas como de jóvenes y adultos, sin distinciones de raza, género, ideología, religión o condición socio-económica. Para alcanzar dicho desafío hay que entender la vulnerabilidad como un fenómeno que deteriora el bienestar y la calidad de vida de las personas, y que retrasa el desarrollo de los pueblos. Por este motivo, merece enfrentarse con políticas y estrategias integrales y sostenibles, capaces de transformar en plazos razonables las causas que la generan. Porque está más que demostrado que el principal instrumento para ese cambio es la educación.

Una educación que aborde la diversidad en todas sus manifestaciones, como por ejemplo la discapacidad, pues según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el quince por ciento de la población mundial tiene alguna discapacidad, y es por eso que la diversidad está presente desde la existencia misma de la vida, y se establece como una coexistencia inspirada en ideales, identidades, circunstancias biológicas, ambientales, o como resultado de conflictos sociales; que con el correr de los siglos ha pasado desapercibida para unos, en otros ha sido objeto de subvaloración, y en algunos es objeto de preocupación o de interés.

La mayoría de nosotros estamos equivocados en nuestra forma de actuar y de pensar frente a las personas con necesidades educativas especiales, porque no solo las mencionadas anteriormente las poseen; también los sordos, ciegos, paralíticos, las personas en condición de pobreza, víctimas del conflicto armado, del racismo, del bulling, la orfandad, víctimas de acceso carnal violento, maltrato psicológico, violación sexual, homofobia, la vulneración de los derechos, el secuestro etcétera, y es porque todos desconocemos en su mayoría el mundo al que nos enfrentamos. Cuando hablamos de inclusión nos referimos solo a las personas con síndrome de Down, Asperger, Autismo, Dislexia, Disgrafía, Discalculia, Hiperactividad entre otras. Pretendiendo que aplicar las políticas inclusivas solo le compete a las escuelas, colegios y a los establecimientos educativos.

¿Pero solamente son ellos los que necesitan una atención especial?

Estamos acostumbrados a ver la dificultad en el otro, pero no pensamos que somos nosotros los que la padecemos, porque no tenemos las facultades para enfrentarnos ante estas situaciones. Como seres “normales” estamos acostumbrados a pensar que las personas con alguna discapacidad o barrera para el aprendizaje y la adaptación, no son capaces de comprender el mundo, ni a verlo de igual modo que las personas que no las padecen.

La discapacidad no es sinónimo de retardo mental, el hecho de que a mi cuerpo le falte alguno de los miembros o sentidos, no significa que mi mente tenga que estar de igual modo. El retardo está en todo aquel que piensa de esa forma, es él quien tiene una dificultad para adaptarse, para convivir con seres que pueden llegar a ser más influyentes que aquellos que poseen todas sus facultades.

Es por esta razón que cometemos errores de apreciación y de conducta frente a estas personas. Por ejemplo, cuando vamos por la calle y observamos a una persona en silla de ruedas, nos pide ayuda para cruzar la calle, le ayudamos a cruzar pero le preguntamos para donde se dirige y que actividad va a realizar, sin pensar que solo necesitaba ayuda para cruzar la calle; porque no comprendemos que solo tiene dificultad para desplazarse, que sus otros sentidos están en perfecto estado. Esta práctica nos hace excluyentes, subvaloramos a las personas por el simple hecho de ser diferentes, olvidando que no se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener igual derecho a ser diferentes. Por lo tanto, la inclusión es un proceso que ha de ser visto como una búsqueda constante de mejoras e innovaciones, para responder más positivamente a la diversidad, buscando maximizar la presencia, la participación y el éxito académico de todos.

Inclusión!

La inclusión precisa la identificación y la eliminación de barreras, las cuales impiden el ejercicio efectivo de los derechos, en este caso, a la educación. Pensar en la atención educativa para personas con necesidades educativas especiales implica tres desplazamientos básicos: el primero, el sistema educativo requiere movilizarse para actuar en medio de la diversidad; segundo, la condición de discapacidad pasará de ser un problema a formar parte de la diversidad que le puede acontecer a cualquier ser humano; y tercero, la igualdad requiere pensarse en un marco de equidad. Cada uno de estos desplazamientos deberán ser analizados desde tres escenarios: como una condensación de normas y lineamientos que apoyan los procesos de inclusión; como escenario de los posicionamientos sociales que se requieren para reconocernos como iguales y diferentes a la vez; y como un ejercicio cotidiano que encarna el lugar de los sujetos frente a la relación con los otros.

Es por esto, que debemos tener en cuenta que las personas con necesidades educativas especiales no necesitan ser tratadas como si fueran inferiores a las demás, por el contrario; lo que necesitan es apoyo de alguien que les haga despertar ese espíritu de superación que toda persona posee; porque eso es precisamente lo que no le hacemos pensar al discapacitado, y lo tratamos como una persona que le es imposible desenvolverse sin la ayuda de los demás. Nunca pensamos en impulsar y transformar su mundo, porque se le impone esa barrera del no poder, y no se le motiva a sacar su potencial.

Cuando hablamos de inclusión estamos haciendo referencia a que todas las personas con necesidades educativas especiales pueden y tiene los mismos derechos que los demás. Pero estamos a años luz de que esto sea una realidad latente. Porque la sociedad es excluyente por naturaleza, la “evolución, el progreso y el desarrollo” son el mayor ejemplo de ello. Las personas de una edad avanzada, las mujeres e incluso las personas de color y de orientaciones sexuales diferentes son blanco de este flagelo.

Por otro lado, la infraestructura de los establecimientos educativos, hospitales, centros comerciales, los medios de transporte y vías de acceso no están diseñadas para que las personas con necesidades educativas especiales mayoritariamente las de movilidad reducida puedan desplazarse con facilidad, logrando con esto que estas personas en su mayoría no tengan acceso a la educación, al trabajo y a la atención; por el simple hecho de que su desplazamiento resulta demasiado costoso.

Si esta es la realidad que deben vivir las personas con necesidades educativas especiales, ¿Qué esperanzas habrá para ellas?

En resumen, he comprendido que inclusión no es incluirlos a ellos, inclusión es incluirnos a nosotros. Podría tomar como ejemplo la teoría de la “evolución” y decir que nosotros somos el Homo sapiens sapiens, y que las personas con necesidades educativas especiales son el Homo sapiens. Siendo nosotros los que debemos adaptarnos a ellos, por la razón de tener nuestras capacidades inalteradas; para así asimilar sus condiciones, haciendo su existencia más amena, para vivir en armonía como la oportunidad real que tenemos de lograr lo que deseamos, para por fin comprender que lo diferentemente parecido nos hace iguales.

 

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